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domingo, 24 de marzo de 2013

El síndrome del cuidador.

¿Quién no ha escuchado alguna vez hablar de este síndrome? Pero, ¿sabemos realmente en qué consiste? En esta entrada trataré de dar unas pinceladas sobre los síntomas que lo conforman para, posteriormente, proporcionar algunas recomendaciones que ayuden a amortiguar sus efectos. Entre los principales síntomas que pueden aparecer en las personas cuidadoras, y ante los que debemos estar alerta, son:

Pensamientos erróneos del tipo “soy la única persona que puede cuidarle”, “es mi obligación cuidarle”, “soy egoísta si quiero espacio y tiempo para mí mismo/a”.

Insomnio. Nos cuesta conciliar el sueño, nos levantamos de forma frecuente durante la noche, nos levantamos mucho más temprano que antes y nos cuesta volver a dormir.

Problemas físicos tales como temblores, fatiga, molestias digestivas, cefaleas, sudoraciones, tensión muscular.

Soledad y aislamiento. Dejamos de quedar con los amigos, ya no disponemos de tiempo para nosotros mismos.

Ansiedad. Acaloramientos o escalofríos, mareos, vértigos, sensación de falta de aire, taquicardia, sequedad de boca, mostrarse irritable por cualquier cosa, miedo a enloquecer o perder el control.

Depresión. Pérdida de interés por cosas que antes nos gustaban, ideas de muerte, abandono del aspecto físico.

En la segunda parte de este post, que publicaré en breve, abordaré aquellos aspectos que nos ayuden a reducir estos síntomas.

Una recomendación es participar en grupos de ayuda mutua con otros cuidadores para compartir experiencias y desahogarse con personas que se encuentran en la misma situación. En caso de derivar en depresión o ansiedad, consulte con un profesional.
 
¿Qué podemos hacer para manejar los pensamientos erróneos? Ante todo, no hacer una montaña de un grano de arena. Tampoco debemos culparnos de cosas que se escapan a nuestro control; solos seremos incapaces de llegar a todo, por lo que tenemos que aprender a delegar; asumir que no siempre tenemos la razón y que las opiniones de los demás pueden sernos útiles; y, por último, cambiar la frase “tengo que…” por “intentaré…”.

¿Qué podemos hacer con el insomnio? He aquí unas normas básicas de higiene del sueño: la habitación es solo para dormir, por lo que debemos procurar no realizar ninguna otra actividad en ella; acostarnos sólo cuando tengamos sueño, si tras un rato en la cama no logramos dormirnos, debemos levantarnos e irnos a otro lugar hasta que volvamos a tener sueño; evitar dormir durante el día; evitar bebidas estimulantes (café, té, chocolate) así como el tabaco; la cena ha de ser ligera y, por último, no mirar el reloj por la noche.

¿Qué podemos hacer si tenemos problemas físicos? Dormir lo suficiente, hacer ejercicio físico (estiramientos, caminar), hacer ejercicios de relajación y respiración, beber mucha agua y cuidar la alimentación. En caso de problemas de salud severos, acudir al médico. Debemos tener en cuenta que cuidándonos, cuidaremos mejor.

¿Qué podemos hacer ante la soledad y el aislamiento? Lo más sencillo, al mismo tiempo que lógico, es relacionándonos con familiares, amigos, etc. Pero también podemos compartir nuestras experiencias con otros cuidadores, esto nos vendrá bien. Aunque en principio parezca algo imposible, debemos encontrar el modo de salir, al menos, un día (o noche) a la semana fuera de casa. Si alguien nos ofrece ayuda, no debemos rechazarla. Debemos aceptarla aunque el familiar al que estamos cuidando se oponga.

¿Qué podemos hacer para reducir la ansiedad? En primer lugar, debemos prepararnos antes de tener que enfrentarnos a la situación. Para ello debemos conocer qué es lo que le afecta al familiar dependiente (problemas de salud, emocionales, etc.); no anticipar acontecimientos, lo que tenga que pasar, pasará; intentar relajarnos y actuar con calma. Siempre que se pueda y sea posible, alejarnos un poco de la situación, de esta manera podremos ver las cosas desde otro ángulo y así poder tomar decisiones más acertadas.

Y por último, ¿Qué hacer ante una depresión? Ante todo, saber que la depresión tiene tratamiento, consultar con un profesional. Lo que nosotros mismos podemos hacer es: 1) planear las tareas con antelación, 2) buscar un momento al día para nosotros mismos (leer un libro, tomar un baño relajante), 3) Pedir ayuda sin esperar que alguien nos la ofrezca, 4) no perder la relación con las amistades, 5) conocer nuestros límites y no sobrepasarlos, 6) no juzgar nuestros propios sentimientos, éstos no son ni buenos ni malos y 7) no ignorar nuestras propias necesidades.

Una recomendación es tomarse un poco de tiempo de vez en cuando para uno mismo, confiando el cuidado a otras personas, y no olvidar que nosotros, aunque cuidadores, también tenemos una vida y que solo podemos dar un cuidado de calidad a otra persona si nosotros estamos bien cuidados.
 
Información procedente de: http://psicologiaparamayores.blogspot.com.es

 

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