El síndrome del cuidador.
¿Quién
no ha escuchado alguna vez hablar de este síndrome? Pero, ¿sabemos realmente en
qué consiste? En esta entrada trataré de dar unas pinceladas sobre los síntomas
que lo conforman para, posteriormente, proporcionar algunas recomendaciones que
ayuden a amortiguar sus efectos. Entre los principales síntomas que pueden aparecer en las personas cuidadoras, y ante los
que debemos estar alerta, son:

Insomnio.
Nos cuesta conciliar el sueño, nos levantamos de forma frecuente durante la
noche, nos levantamos mucho más temprano que antes y nos cuesta volver a
dormir.
Problemas
físicos tales como temblores, fatiga, molestias
digestivas, cefaleas, sudoraciones, tensión muscular.
Soledad
y aislamiento. Dejamos de quedar con los amigos, ya
no disponemos de tiempo para nosotros mismos.
Ansiedad.
Acaloramientos o escalofríos, mareos, vértigos, sensación de falta de aire,
taquicardia, sequedad de boca, mostrarse irritable por cualquier cosa, miedo a
enloquecer o perder el control.
Depresión.
Pérdida de interés por cosas que antes nos gustaban, ideas de muerte, abandono
del aspecto físico.
En
la segunda parte de este post, que publicaré en breve, abordaré aquellos
aspectos que nos ayuden a reducir estos síntomas.
Una
recomendación es participar en
grupos de ayuda mutua con otros cuidadores para compartir experiencias y
desahogarse con personas que se encuentran en la misma situación. En caso de
derivar en depresión o ansiedad, consulte con un profesional.
¿Qué podemos hacer para
manejar los pensamientos erróneos? Ante todo, no hacer
una montaña de un grano de arena. Tampoco debemos culparnos de cosas que se
escapan a nuestro control; solos seremos incapaces de llegar a todo, por lo que
tenemos que aprender a delegar; asumir que no siempre tenemos la razón y que
las opiniones de los demás pueden sernos útiles; y, por último, cambiar la
frase “tengo que…” por “intentaré…”.
¿Qué
podemos hacer con el insomnio? He aquí unas normas
básicas de higiene del sueño: la habitación es solo para dormir, por lo que
debemos procurar no realizar ninguna otra actividad en ella; acostarnos sólo
cuando tengamos sueño, si tras un rato en la cama no logramos dormirnos,
debemos levantarnos e irnos a otro lugar hasta que volvamos a tener sueño;
evitar dormir durante el día; evitar bebidas estimulantes (café, té, chocolate)
así como el tabaco; la cena ha de ser ligera y, por último, no mirar el reloj
por la noche.
¿Qué
podemos hacer si tenemos problemas físicos?
Dormir lo suficiente, hacer ejercicio físico (estiramientos, caminar), hacer
ejercicios de relajación y respiración, beber mucha agua y cuidar la
alimentación. En caso de problemas de salud severos, acudir al médico. Debemos
tener en cuenta que cuidándonos, cuidaremos mejor.
¿Qué
podemos hacer ante la soledad y el aislamiento?
Lo más sencillo, al mismo tiempo que lógico, es relacionándonos con familiares,
amigos, etc. Pero también podemos compartir nuestras experiencias con otros
cuidadores, esto nos vendrá bien. Aunque en principio parezca algo imposible,
debemos encontrar el modo de salir, al menos, un día (o noche) a la semana
fuera de casa. Si alguien nos ofrece ayuda, no debemos rechazarla. Debemos
aceptarla aunque el familiar al que estamos cuidando se oponga.
¿Qué podemos hacer para
reducir la ansiedad? En primer lugar, debemos
prepararnos antes de tener que enfrentarnos a la situación. Para ello debemos
conocer qué es lo que le afecta al familiar dependiente (problemas de salud,
emocionales, etc.); no anticipar acontecimientos, lo que tenga que pasar,
pasará; intentar relajarnos y actuar con calma. Siempre que se pueda y sea
posible, alejarnos un poco de la situación, de esta manera podremos ver las
cosas desde otro ángulo y así poder tomar decisiones más acertadas.
Y
por último, ¿Qué hacer ante una depresión? Ante todo, saber que la
depresión tiene tratamiento, consultar con un profesional. Lo que nosotros
mismos podemos hacer es: 1) planear
las tareas con antelación, 2) buscar
un momento al día para nosotros mismos (leer un libro, tomar un baño
relajante), 3) Pedir ayuda sin
esperar que alguien nos la ofrezca, 4)
no perder la relación con las amistades, 5)
conocer nuestros límites y no sobrepasarlos, 6) no juzgar nuestros propios sentimientos, éstos no son ni buenos
ni malos y 7) no ignorar nuestras
propias necesidades.
Una
recomendación es tomarse un poco de
tiempo de vez en cuando para uno mismo, confiando el cuidado a otras personas,
y no olvidar que nosotros, aunque cuidadores, también tenemos una vida y que
solo podemos dar un cuidado de calidad a otra persona si nosotros estamos bien
cuidados.
Información procedente de: http://psicologiaparamayores.blogspot.com.es
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