La ausencia de tratamientos curativos para estas patologías justifica
aún más la necesidad de llevar a cabo una prevención efectiva.

Un estilo de vida saludable y los tratamientos antihipertensivos
desarrollados en los últimos años han permitido controlar mejor la
enfermedad, disminuir el riesgo de ictus e igualarlo al de la población
general. No obstante, todavía es una causa muy importante de accidente
cerebrovascular y deterioro cognitivo. “Si podemos prevenir y tratar la
hipertensión de manera que se reduzca la posibilidad de padecer
demencia, posiblemente disminuya también el número de casos de
enfermedad de Alzheimer. La ausencia de tratamientos curativos para
estas patologías justifica aún más la necesidad de llevar a cabo una
prevención efectiva”, hs subrayado Hernández.
Control presente, prevención futura
La hipertensión daña el cerebro por tres mecanismos distintos. Uno
de ellos se basa en que las cifras altas de presión pueden afectar a los
pequeños vasos cerebrales, causar más arterioesclerosis y provocar un
trombo que produzca un ictus de tipo isquémico. Otro motivo es que la
elevación mantenida de la presión arterial en los vasos sanguíneos
favorece la aparición de microaneurismas y, como consecuencia, se
rompen, sangran y provocan una hemorragia cerebral. El tercer mecanismo
es la propia hipertensión, un factor de riesgo para el desarrollo de
fibrilación auricular, una arritmia muy frecuente. La fibrilación
auricular es culpable de muchas embolias cerebrales, ya que provoca que
se desprenda un trombo (o émbolo) del fondo del corazón y vaya al
cerebro.
Las personas que controlan su presión arterial en la edad adulta
tienen menos riesgo de desarrollar demencia en la vejez. “Diversos
trabajos, como el estudio de Framingha, han demostrado que la
hipertensión no tratada se asocia directamente a más demencia en
ancianos. En nuestro país, el estudio de cohorte poblacional de ancianos
Nedices (Neurological Disorders in Central Spain) integrado
por más de 5.000 participantes y liderado por Félix Bermejo Pareja, jefe
de Servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, ha
puesto de manifiesto que los ancianos hipertensos no tratados
desarrollaron más demencia en general y demencia vascular en particular,
y estuvieron más próximos a desarrollar alzheimer”, ha comentador
Hernández.
La edad es el factor de riesgo más importante de enfermedad
cerebrovascular, pero es inalterable. “Ahora bien, hay otros factores de
riesgo modificables, como la hipertensión: se ha demostrado que está
altamente relacionada con el desarrollo de un ictus o una enfermedad
cerebrovascular. La mayoría de personas que ingresan por un ictus son
hipertensas”, ha insistido el especialista.
Deterioro cognitivo, demencia y alzheimer
En los últimos años ha crecido el interés sobre el deterioro
cognitivo leve, especialmente como una posibilidad de identificación del
alzheimer en sus primeras fases y como una diana para el tratamiento y
la prevención de esta enfermedad neurodegenerativa. En esta misma línea,
al menos entre un cinco y un siete por ciento de las personas de más de
65 años presenta una demencia. Dicha cifra se incrementa de forma
progresiva hasta alcanzar un 30 por ciento de las personas a los 80 años
de edad y un 50 por ciento por encima de los 90 años.
“El porcentaje de personas hipertensas aumenta de manera drástica a
partir de los 60 años, pasando del 25-30 por ciento en adultos al 65-70
por ciento en ancianos. El resultado es una persona jubilada con
hipertensión leve persistente no tratada, que desarrolla fallos de
memoria que no percibe, pero sí su familia, y que a lo largo de un año
inicia además fallos de lenguaje, ejecución motora y rinde menos en
conocimiento adquirido. Este tipo de perfiles son los que debemos
tratar”, ha señalado Hernández.
Profundizar su estudio
Desde la SEH-Lelha se recomienda en primer lugar tratar la
hipertensión correctamente, evitar otros factores de riesgo vascular,
hacer ejercicio físico y mental y mantener una actividad social de
manera frecuente. “Además, apostamos por la detección de casos mediante
evaluaciones neurológicas con screening de deterioro cognitivo.
Con la enfermedad de alzheimer ya diagnosticada solo cabe plantear
anticolinesterásicos o memantina durante algunos años para tratar los
síntomas y, en la parte no farmacológica, se valora positivamente la
asistencia a centros de día: los pacientes se fortalecen física y
cognitivamente, se evita el aislamiento y se consigue un impacto directo
en el estado de ánimo y la depresión, entre otros beneficios”, ha
añadido el neurólogo.
La relación entre hipertensión y cerebro apenas se ha estudiado, a diferencia del impacto de la presión en el corazón y el riñón, que es bien conocida. Por este motivo, la SEH-Lelha formó hace unos meses el Grupo de Estudio de Hipertensión y Cerebro (GEHC), coordinado por la doctora Cristina Sierra, del Servicio de Medicina Interna y de la Unidad de Hipertensión y Riesgo Cardiovascular del Hospital Clínic de Barcelona, con el objetivo de profundizar en este importante problema de salud pública.
La relación entre hipertensión y cerebro apenas se ha estudiado, a diferencia del impacto de la presión en el corazón y el riñón, que es bien conocida. Por este motivo, la SEH-Lelha formó hace unos meses el Grupo de Estudio de Hipertensión y Cerebro (GEHC), coordinado por la doctora Cristina Sierra, del Servicio de Medicina Interna y de la Unidad de Hipertensión y Riesgo Cardiovascular del Hospital Clínic de Barcelona, con el objetivo de profundizar en este importante problema de salud pública.
Por otro lado, “la Sociedad Española de Neurología (SEN) cuenta con
unas Recomendaciones Clínicas para Demencia que persiguen establecer
unas directrices de actuación homogénea en todos los niveles
asistenciales para los profesionales en contacto con este tipo de
pacientes. En esta misma línea, muchas comunidades autónomas están
instaurando en los hospitales públicos de referencia unidades de ictus y
demencias”, ha concluido Hernández.
Información proceente de: http://neurologia.publicacionmedica.com
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