Un cerebro estimulado resiste mejor el alzhéimer
Confirmado, aburrirse es lo peor para el cerebro, como se deduce de un estudio publicado en la revista «Neuron»,
que asegura que la exposición a un ambiente estimulante y las nuevas
actividades puede tener efectos beneficiosos, superiores incluso a la
práctica de ejercicio, que se sabe que genera neuronas nuevas, cuando se
trata de retrasar la aparición de la enfermedad de alzhéimer.
Dennis Selkoe,
veterano en la investigación de esta patología neurodegenerativa, lidera
el trabajo ahora publicado y desentraña con su equipo los mecanismos
moleculares por los que el desarrollo de nuevas actividades ayuda a
proteger el hipocampo, una estructura del cerebro implicada en el
aprendizaje y la memoria, de los efectos perjudiciales de la proteína
amiloide, relacionada con el deterioro cognitivo que acompaña a la
enfermedad de alzhéimer.
Al menos es lo que ocurre en ratones de laboratorio sin modificar
genéticamente que son expuestos a los oligómeros de proteína amiloide
humana, al parecer un mejor modelo de esta patología que los ratones
transgénicos frecuentemente utilizados, según Selkoe, para estudiar lo
que ocurre en la enfermedad de alzhéimer esporádica, que constituye el
90% de los casos registrados.
Lo que Selkoe ha descubierto es que las actividades que implican
novedad para los roedores, lo que se conoce como un entorno enriquecido,
activan un tipo de receptores denominados beta-2-adrenérgicos, que
reducen el daño que la proteína amiloide causa en el cerebro. En
concreto mejora la potenciación a largo plazo, un mecanismo implicado en
el aprendizaje y la memoria, que falla en las personas con Alzhéimer.
Además, como como ocurre con el ejercicio, incrementan la produción de
nuevas neuronas en el hipocampo. Los ambientes novedosos también
producen un incremento en las espinas dendríticas de algunas células del
hipocampo. Estas estructuras son las que las neuronas utilizan para
comunicarse entre sí, y están disminuidas en las personas con alzhéimer.
Esas comunicaciones entre neuronas, denominadas sinapsis, también se
ven favorecidas cuando se estimula el cerebro con nuevas actividades.
Y lo más interesante es que este efecto protector podía conseguirse
también en los roedores suministrando agonistas beta-adrenérgicos, que
no son otra cosa que fármacos de los que se utilizan para el tratamiento
de patologías como el asma y la enfermedad obstructiva pulmonar crónica
(EPOC). Al parecer, los agonistas betadrenérgicos por si solos, sin la
práctica de ejercicio ni actividades cognitivas, ayudaban también a
reducir los efectos de la acumulación de la proteína amiloide durante el
envejecimiento.
En los ratones, las actividades novedosas aumentan la liberación de
noradrenalina, una molécula que actúa como hormona y neurotransmisor y
que interviene, entre otras funciones, en el control de la atención. La
noradrenalina se forma a partir de la dopamina, que se relaciona con el
sistema de recompensa y la motivación. Los receptores betadrenérgicos
participan en el aprendizaje y la memoria.
Mayor nivel educativo
Estos resultados están en consonancia con trabajos previos que
relacionan el nivel educativo y de actividad intelectual con una mayor
resistencia al alzhéimer. Hay estudios documentados de personas que no
muestran los síntomas de la esta patología a pesar de que los análisis
post-mortem de sus cerebros reflejaban los signos de la enfermedad. Aprender una lengua nueva
se ha relacionado también con una mayor protección frente al alzhéimer,
precisamente por aumentar la plasticidad en el hipocampo, algo en
consonancia con lo ahora descubierto por Selkoe.
Y estos efectos neuroprotectores tienen lugar desde la infancia, como
se deduce del estudio. Lo que llevaría a la interesante idea de
fomentar en los más pequeños la práctica de actividades nuevas,
distintas de la televisión, y la relación con sus iguales, para acumular
"reserva cognitiva", tan beneficiosa para enfrentarse a patologías del
cerebro. Pero no todo está perdido si en los primeros años no se ha
cultivado el cerebro. El estudio de Selkoe demuestra que los ratones
adultos que son sometidos a un proceso intensivo y prolongado (ocho
semanas, frente a las cuatro que necesitan los más jóvenes) pueden
también beneficiarse de la estimulación cognitiva.
Que la actividad cognitiva junto con el ejercicio es buena para
proteger el cerebro en modelos de ratón se conoce desde hace años. Pero
la gran novedad de este trabajo de Selkoe publicado en Neuron es que
revela el mecanismo por el que esto ocurre y su importancia para
restaurar la potenciación a largo plazo, fundamental para que tengan
lugar los procesos de memoria y aprendizaje, explica José Luis Trejo,
responsable del grupo de Neurogénesis Adulta del Instituto Cajal
(CSIC). Y es de esperar que el conocimiento de este nuevo mecanismo
pueda también abrir la puerta a otros enfoques en la búsqueda de nuevos
fármacos para esta devastadora patología.
Información procedente de: http://www.abc.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario