Estimulación cognitiva: mucho más que repetir y repetir ejercicios.
A pesar del respaldo científico y la
aceptación social de la estimulación cognitiva, la proliferación de
programas orientados a la prevención primaria y secundaria del deterioro
cognitivo ha conllevado, en ocasiones, un sacrificio importante de su
calidad. Así, es habitual encontrar documentos que, bajo los rótulos “estimulación cognitiva”, “entrenamiento cognitivo”, “taller de memoria” o, incluso, “gimnasia cerebral”,
proponen la administración indiscriminada de ejercicios variados,
habitualmente mediante fichas independientes a cumplimentar, que
contienen diferentes tareas que comprometen la atención, la memoria, el
lenguaje o cualquier otro proceso cognitivo. Este tipo de estimulación
no específica parece tener su origen en la creencia popular de que la
mera repetición de tareas resulta suficiente para la generalización de
los beneficios en la vida cotidiana.
En efecto, buena parte de la
intervención neuropsicológica se fundamentan en la repetición, dada la
relativa preservación de la memoria implícita en los pacientes con
deterioro cognitivo. No obstante, no se debe confundir la utilidad de la
repetición para desarrollar aprendizajes procedimentales y favorecer el
mantenimiento de actividades de la vida diaria, con la repetición de
ejercicios de estimulación cognitiva. En el primer caso, el objetivo de
la repetición intensiva y ritualizada tiene el objetivo de fortalecer
una respuesta o una secuencia de respuestas orientadas a una meta
concreta, como preparar un desayuno, realizar la higiene personal,
vestirse o acudir al Centro de Día habitual. En el segundo caso, y dada
la modesta generalización de los beneficios, no tiene mucho sentido
repetir una y otra vez una determinada tarea de estimulación cognitiva
aunque, a priori, sea la tarea más adecuada para intervenir
sobre el paciente. En este sentido, la práctica profesional nos enseña
que la mejoría de los individuos realizando tareas de fluidez verbal o
denominación de objetos tiene un beneficio relativo a la hora de
enfrentarse a una actividad real, como pedirle un determinado producto a
un dependiente en un supermercado o a un camarero en un restaurante.
Por otro lado, la masificación de los
servicios públicos y privados obliga a muchos profesionales a optar por
intervenciones grupales, reduciendo así la efectividad de las mismas. En
otros casos, estos pseudoprogramas de estimulación cognitiva mediante
fichas con ejercicios son planteados para ser aplicados por familiares o
cuidadores sin una formación adecuada para ello. Aquí surge, quizá, el
problema más importante relacionado con la proliferación de programas de
estimulación, en la medida en que muchos de ellos suelen obviar que
debe ser un profesional clínico el que dirija y personalice el
tratamiento.
Información procedente de: http://www.logicortex.com
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