La mosca del vinagre contra las enfermedades neurodegenerativas.
Una estrategia genética basada en la 'Drosophila Melanogaster' define dianas terapéuticas prometedoras.
Las enfermedades neurodegenerativas –el Huntington, el alzhéimer, el
párkinson o la ataxia espinocerebelar— se caracterizan por la
acumulación de proteínas tóxicas en las neuronas. Los científicos del
Baylor College of Medicine en Houston, Tejas, han utilizado ahora una
ingeniosa estrategia genética para identificar (primero en la mosca
Drosophila, después en ratones y células humanas) los componentes que
causan esa acumulación, y han comprobado que actuar con pequeñas
moléculas contra ellos revierte la neurodegeneración en modelos animales
de ataxia espinocerebelar.
El envejecimiento de la población en los países desarrollados está
convirtiendo las enfermedades neurodegenerativas en una de las
cuestiones más acuciantes para los gestores de la salud pública, y esta
tendencia solo puede acentuarse con el tiempo y extenderse por las
economías emergentes.
En los últimos años los científicos han identificado un buen número
de genes implicados en las principales enfermedades neurológicas,
incluidas las neurodegenerativas que suelen aparecer en la segunda mitad
de la vida. Algunos de estos genes, en su forma mutante o alterada,
fabrican cantidades excesivas –o unas versiones excesivamente
resistentes— de las proteínas que se acumulan en las neuronas enfermas:
huntingtina en caso del Huntington; synucleína alfa en el caso del
párkinson, y otras llamadas tau y precursor del amiloide, ambas
implicadas en el alzhéimer.
Pese a que estas dolencias cursan con síntomas muy distintos y se
asocian a factores genéticos diversos, todas comparten un mismo
mecanismo patogénico: la acumulación anormal de esas proteínas tóxicas
en las neuronas del paciente.
Los científicos del Baylor College han diseñado de arriba a abajo una
estrategia para encontrar lo que ellos llaman “puntos de entrada
terapéuticos” contra estas enfermedades neurodegenerativas. Han
utilizado la poderosa genética de la mosca Drosophila melanogaster
para rastrear el genoma en busca de cualquier otro sistema biológico
que afecte al grado de acumulación de esas proteínas tóxicas. Y han
trabajado en paralelo con ratones y células humanas, cuyos sistemas no
son, naturalmente, idénticos a los de la mosca, pero sí lo bastante como
para avanzar mucho más rápido que si hubiera que empezar desde cero con
ellos.
Uno de los autores del trabajo, y uno de los pioneros en la
aplicación de la mosca al estudio de la neurodegeneración humana, es
Juan Botas, formado en Madrid como genetista de Drosophila e
investigador, desde hace 20 años, del departamento de genética humana y
molecular del Baylor College of Medicine. Botas explica a EL PAÍS desde
Tokio la razón que movió al equipo de Houston a elegir la ataxia
espinocerebelar (SCA1 en sus siglas técnicas) como caso de estudio, en
lugar de alguna de las otras dolencias más comunes.
“SCA1 es una enfermedad neurodegenerativa de incidencia relativamente
baja si la comparamos con el alzhéimer o el párkinson”, explica el
científico español. “Por ello no recibe tanta atención investigadora
como estas otras, y particularmente nada del sector privado, pero es
igualmente terrible y, al igual que las otras, tampoco tiene
tratamiento; pese a ello hemos aprendido de SCA1 conceptos
generalizables a otras enfermedades neurodegenerativas; y naturalmente
SCA1 lo es todo para los pacientes y sus familias, que están muy
desamparados”.
El descubrimiento concreto que ha merecido hoy el artículo principal de la revista Nature
puede sonar algo abstruso al lector general. “Nuestro trabajo”, explica
Botas, “descubre dianas terapéuticas de la vía Ras-MSK1, e incluso
disponemos de inhibidores conocidos para algunas de ellas”. Esa vía
Ras-MSK1 es uno de los muchos, complejos e intrincados sistemas que
nuestras células –neuronas y todas las demás— utilizan para comunicarse
con el entorno fisiológico y las células vecinas. Y esos inhibidores son
los que han logrado revertir la neurodegeneración en los modelos
animales de SCA1 que han usado los investigadores.
“Pienso que lo importante”, prosigue Botas, “es que la estrategia
–buscar modificadores que disminuyan los niveles de la proteína tóxica
que desencadena la enfermedad— es aplicable a muchas otras enfermedades
neurodegenerativas incluyendo el alzhéimer, el párkinson y el
Huntington; y que podemos hacer esto utilizando el mismo abordaje de
rastreos paralelos en Drosophila y células humanas, con lo que ganamos
confianza y disminuimos los inconvenientes que pueda tener un sistema o
el otro por separado”.
Información procedente de: http://sociedad.elpais.com
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