¿Te gusta la música?.. pues todo tu cerebro está dedicado a ella…
Entrevista de Marta Palomo para la Agencia SINC a Robert Zatorre, catedrático de Neurología y Neurocirugía de la Universidad McGill y cofundador del laboratorio de investigación Brain, Music and Sound (BRAMS) de Canadá.
El argentino Robert Zatorre es cofundador
del laboratorio de investigación Brain, Music and Sound (BRAMS) en
Canadá y uno de los mayores expertos mundiales sobre cómo el cerebro
procesa la música y produce emociones. De joven quería ser organista
pero se dio cuenta que sería mejor científico. La canción del verano no
le llama mucho la atención.
¿Por qué hacemos música?
No tenemos la respuesta. Pero junto con el lenguaje, es una seña de identidad de todo ser humano.
¿Y es exclusiva de los seres humanos?
Totalmente. Hay algunos especialistas
que hablan de música para referirse al canto de los pájaros, pero yo
creo que no es lo mismo. La canción de las aves tiene como función la
defensa del territorio y, que yo sepa, nadie se pone música en su casa
con el objetivo de ahuyentar al vecino. Además, desde un punto de vista
neurológico, el cerebro de los pájaros y el de los mamíferos no tiene
nada que ver. Ni siquiera el cerebro de animales más cercanos a
nosotros, como el chimpancé, tiene ninguna función musical
¿Qué funciones tiene?
Muchas y muy valiosas. Para empezar es
universal. No existe ni ha existido cultura humana que no tenga música.
Pensemos en bodas, fiestas, entierros… Es impensable que exista un rito
social o un momento importante en la vida sin música. Su función
principal es la de cohesión social ya que a través de ella el grupo se
siente unido en un acto o en un estado de ánimo, como pasa con los
himnos nacionales y de fútbol. Otra función no menos importante es la
del vínculo emotivo que crea entre la madre y el hijo. La música modula
el estado de ánimo de un bebé ya que este responde muy temprano a ritmos
y armonías.
¿Así como el lenguaje tiene áreas especializadas en el cerebro, la música también?
No me gusta hablar de zonas
especializadas porque creo que todo el cerebro está dedicado a la
música. Pero sí hay algunas. Por ejemplo, con técnicas de neuroimagen
hemos observado neuronas en la corteza auditiva que responden a la
altura tonal. Los pacientes con lesiones en esta región tienen ‘amusia’,
se dan cuenta del volumen y la duración de una nota, pero no del tono.
No reconocen las canciones y no saben por qué a la gente le gusta tanto
la música.
¿Alguna región ‘musical’ más?
En paralelo con la zona de Broca,
relacionada con el lenguaje, existe una región frontal que es muy
importante para unir los sonidos en el tiempo. Para entender una canción
es necesario un circuito que establezca relaciones entre las distintas
notas. El cerebro trabaja con la música igual que con el lenguaje. Los
sonidos individuales no representan nada, pero sí la relación entre
ellos: las notas forman acordes, que forman melodías, que forman temas…
En lenguaje tenemos estructuras comunes en todos los idiomas. ¿Pasa lo mismo en la música?
Existe la sintaxis musical. En lenguaje
hablamos de probabilidades en el sentido de que uno puede predecir de
antemano cuál va a ser la siguiente palabra de una serie. Por ejemplo,
si yo digo “Tengo mucha sed y me gustaría una copa de…”, existen varias
opciones para completar la frase, pero la palabra “perro” no está entre
ellas. En música pasa lo mismo. Si yo toco cuatro acordes, el quinto no
puede ser cualquiera. Depende del que yo elija, tú me dirás sin dudar:
“Te has equivocado”. Esto sucede en todas las culturas, pero es
específico de cada una de ellas, ya que la sintaxis es particular de
cada sistema musical.
En su último estudio usted
afirma que cuando escuchamos música estamos continuamente creando
expectativas. Y que si estas se materializan, nos produce placer.
La investigación de mi grupo se centra
en las emociones musicales. Nuestra mente está continuamente haciendo
predicciones de la nota que viene y evaluando si se corresponde o no a
lo esperado. Hemos descubierto que estas dos fases se relacionan con dos
‘disparos’ de dopamina, la molécula del placer, en distintas zonas del
cerebro. El primero sucede durante la tensión de un acorde, y el segundo
en su resolución, que es cuando llega el placer.
¿Además de provocar placer, la música tiene alguna aplicación como terapia?
Sí y además hay mucho interés en este
tema. Por ejemplo en pacientes con afasia, que tienen problemas para
hablar a causa de una lesión cerebral. Se ha demostrado que cantando les
salen las palabras que no les salen hablando. También se aplica a
enfermos de Parkinson, a quienes les cuesta mucho empezar y continuar
una acción, como por ejemplo caminar. Una estrategia muy fácil para
ayudarlos es ponerles música con mucho ritmo y esto les facilita
enormemente el movimiento.
¿Y a qué es debida esta mejora?
El sistema motor y el auditivo tienen
una conexión muy particular, por eso el baile va de la mano de la música
en todas las culturas. También los soldados marchan con más facilidad
siguiendo un ritmo. Esta conexión no existe entre el sistema motor y la
visión. Si miras el péndulo de un reloj no te pones a moverte de lado a
lado sin querer, pero cuando escuchas música tu cuerpo reacciona de
manera inevitable.
¿La conexión entre el sistema motor y el auditivo es la responsable de que podamos tocar instrumentos?
Los dos sistemas han de estar finamente
sintonizados para poder hacerlo. Lo maravilloso es que para llegar a
este nivel se producen cambios tanto en la función como en la anatomía
del cerebro: se crean nuevas conexiones neuronales. Esta habilidad del
sistema nervioso de cambiar su estructura según las necesidades la
llamamos plasticidad cerebral. Ya lo predijo Ramón y Cajal en 1908 sin
ninguna prueba, pero ahora lo podemos medir y observar sin cortarle la
cabeza a nadie. Sabemos que un músico tiene ciertas regiones del cerebro
más desarrolladas de lo normal.
¿Es cierto que los ciegos oyen mejor?
Algunos sí que tienen las funciones
musicales y de percepción del sonido en el espacio más desarrolladas. Es
un ejemplo increíble de plasticidad porque en estos individuos hay una
reorganización cerebral masiva y la región dedicada a la vista se dedica
a procesar el sonido. Esta región visual que no recibe ningún estímulo,
en vez de atrofiarse o morir, se reaprovecha para nuevas funciones.
¿Esto puede tener repercusión terapéutica?
Ahora estamos estudiando cómo, dónde y
por qué ocurre esto. Si podemos comprenderlo en los ciegos, tal vez lo
podamos aplicar a pacientes con otros trastornos neurológicos. Quizás en
10 ó 20 años podamos reentrenar regiones averiadas y hacer que retomen
su función.
Información procedente de: http://www.alzheimeruniversal.eu
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