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lunes, 3 de junio de 2013

El efecto de la crisis pasa a mayores.

Usuarios de geriátricos de la provincia pasan hasta 13 horas acostados por falta de personal y vigilancia.

Algunas residencias empiezan a llevar a los ancianos a la cama entre las siete y las ocho de la tarde por el limitado número de auxiliares disponibles para atenderlos. La Generalitat sólo dispone de diez inspectores centralizados en Valencia para vigilar los centenares de centros que funcionan en toda la Comunidad.

­Cinco o seis horas seguidas de sueño nocturno es el máximo que suele necesitar una persona de la tercera edad para descansar. Conforme cumplimos años cada vez dormimos menos y, sin embargo, algunos geriátricos de la provincia llegan a mantener a sus residentes hasta trece horas acostados en la cama. Plantillas insuficientes de trabajadores para atender a los ancianos que no se valen por sí mismos están llevando a comenzar a acostarlos a las siete, las ocho o, como mucho, las nueve de la noche. El horario de levantarlos oscila entre las 7,30 y las 10 de la mañana. Mientras, sólo diez inspectores de la Conselleria de Bienestar Social centralizados en Valencia se encargan de vigilar que los 8.449 ancianos ingresados en los centenares de geriátricos de la Comunidad –98 en la provincia de Alicante– reciban una atención correcta.

Hemos visitado varias residencias de la provincia interesándonos por alguna plaza disponible para una persona que se mueve en silla de ruedas y necesita asistencia a la hora de asearse, acostarse o para comer. Pedimos visitar las instalaciones y preguntamos por algunos aspectos como los horarios, que siempre son más estrictos para los ancianos que no se valen por sí mismos. Quienes se acuestan solos pueden quedarse por las noches viendo la televisión o leyendo, en general sin problemas, según nos explican.

En el primer centro al que nos dirigimos nos comunican que a las siete de la tarde los auxiliares empiezan a llevar a los residentes a la cama. A estas alturas del año es pleno día. Y los levantan a las ocho de la mañana. Total, trece horas en posición horizontal.

En otro geriátrico nos explican que acuestan de 19.30 a 20 y que levantan de 8 a 10. La visitas de los familiares sólo se permiten de 11 a 19 horas aunque apuntan que podrían flexibilizar el horario si tenemos dificultad para acudir en ese periodo.

Pese al dilatado reposo nocturno, en un par de centros observamos que hay varios ancianos durmiendo a pleno día en sofás, sillones o sillas de ruedas. En uno de ellos hay unas diez personas al mediodía con los ojos cerrados tomando el sol.

«Empezamos a acostar a las ocho porque no podemos tener un cuidador para cada residente. Pero nosotros cumplimos con lo que establece la legislación en cuanto a personal se refiere», nos responde el responsable de otro de los centros cuando pedimos una explicación.

«Es una barbaridad»

«Trece horas acostados es una barbaridad porque pueden crear problemas de tipo respiratorio. Tanto tiempo en esa posición puede perjudicar al pulmón», asegura el geriatra Gregorio Muñoz Duque. «Lo lógico sería cinco o seis horas, porque no suelen dormir más, salvo que deban tomar alguna medicación», opina el especialista.

«El problema fundamental es que la Orden del año 2005 –de la Conselleria de Bienestar Social, que regula el funcionamiento de las residencias–establece unas ratios de personal raquíticas», señala María Victoria Gómez, secretaria de Acción Sindical de la Federación de Sanidad de Comisiones Obreras.

Según indica, la escasez de plantillas obliga a mantener «unos ritmos de trabajo bestiales» y no distingue entre personas que más o menos se valen por sí mismas de aquellas que necesitan asistencia constante a lo largo de la jornada. El mínimo son dos auxiliares por cada nueve residentes, pero esos empleados deben distribuirse en turnos de mañana, tarde y noche, además de cubrir vacaciones y bajas.

Malos olores, instalaciones envejecidas o música moderna –probablemente más del gusto de los cuidadores que de personas octogenarias o nonagenarias– son algunas de las situaciones que nos llaman la atención durante nuestra gira por los centros. En uno de ellos nos informan de que a nuestro familiar, que necesita llevar pañal, lo ducharán dos veces a la semana, «aunque se le asea todos los días».

Este panorama es el que encontramos en una provincia donde, según datos de la Conselleria de Bienestar Social, funcionan 98 residencias, aunque CC OO eleva la cifra a 140. En todo caso, el problema es que carecen de un grupo propio de inspectores, lo que les obliga a desplazarse desde Valencia.

Un portavoz autorizado de Bienestar Social explica que su Servicio de Inspección realiza controles siguiendo «un plan anual en el que se incluyen los centros que se van a inspeccionar ese año» y que el mínimo para cada geriátrico es de un control cada dos años. Además, «todos los centros nuevos autorizados reciben una visita seis meses después de su autorización» y también se acude «por denuncias o quejas recibidas». «Si se ha realizado un requerimiento para subsanar algo –agregan– se realiza una nueva inspección» para comprobar que se ha resuelto el problema una vez cumplido el plazo que se le da para hacerlo.

El sindicato Comisiones Obreras ha alertado de que «la plantilla es muy pequeña y hace años solicitamos que se ampliara pues resulta materialmente imposible que puedan llegar a todos los centros».

En todo caso, nos explican que aparte de los controles que realiza la Conselleria de Bienestar Social también están los que lleva a cabo Sanidad, por ejemplo en las cocinas.

Otro detalle que llama la atención es el hecho de que en algunos geriátricos las personas más deterioradas estén alojadas en las plantas superiores, menos a la vista del visitante. Preguntados por el riesgo que esto podría suponer en caso de incendio –sacarlos a la calle puede resultar más complicado–, nos explican que todas las residencias deben disponer de planes de evacuación supervisados por Bomberos y además se realizan simulacros de incendio.

La portavoz sindical apunta que «hay una diferencia importante entre las instalaciones y cuidados que dan unas residencias y otras». Efectivamente, visitamos alguna con el aspecto de un hotel moderno y otras algo decrépitas. En una de ellas nos reconocen que tienen pendientes obras de remodelación. Los servicios también varían mucho. Por ejemplo, una tiene médico mañana y tarde de lunes a viernes más enfermera todos los días de la semana mientras que en otra el facultativo acude una vez por semana «aunque siempre está disponible para venir».

Por otra parte, señala María Victoria Gómez, «estamos preocupados porque algunas residencias están lanzando ofertas a precios ajustadísimos que no se sostienen». Si el coste establecido de una plaza es de 51 euros al día, «cuando el precio baja de 1.500 euros al mes la cosa empieza ponerse fea», opina la representante sindical. En estos casos, advierte, «se corre el riesgo de que no se cumpla con los derechos de los trabajadores, no se dé bien de comer o el margen de beneficio empresarial resulte ajustadísimo».

Con estos precios la demanda de plazas en las residencias públicas es muy elevada. Un centro muy reputado es el Hogar Provincial, pero desde hace más de un año no admite nuevos ingresos debido a que la Diputación dispone de un plazo de cinco años para traspasar las competencias de tercera edad y menores a la Generalitat. También se prevé trasladar la sección de psicogeriatría de Santa Faz. Si hace un par de años el Hogar tenía 106 ancianos, actualmente sólo atiende a 80, indican desde el centro.

En todo caso, Comisiones Obreras también recuerda que el cuidado de los mayores «es un problema socio-cultural o moral» donde las familias juegan un papel fundamental a la hora de supervisar que los ancianos reciban la atención correcta en los centros.

Información procedente de: http://www.diarioinformacion.com

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