Además de la memoria, se deteriora la red neuronal que regula las emociones, que se potencian, según un estudio de PNAS.
El estrés puede exacerbar la progresión de la enfermedad.
Un estudio llevado a cabo en la Universidad de California publicado en PNAS sugiere que los altibajos emocionales y el
contagio emocional o tendencia a imitar las emociones de las personas
cercanas que experimentan las personas con enfermedad de Alzheimer, no se pueden atribuir a un trastorno del estado de ánimo sino que reflejan un cambio biológico en los sistemas neuronales que sustentan la expresión emocional y la regulan. Estas alteraciones están presentes también en el deterioro cognitivo leve, que puede ser la antesala del alzhéimer.
Al parecer, la mayor reactividad emocional tienen su origen en la “red neuronal por defecto del cerebro”,
es decir, las regiones que siguen activas cuando estamos ensimismados
en nuestros pensamientos, sin realizar ninguna tarea concreta, lo que
conocemos gráficamente como “estar en Babia". Curiosamente esta red, que
podría equipararse a los “servicios mínimos del cerebro”, disminuye su
actividad cuando dejamos de “pensar en las musarañas” y nos concentramos
en alguna tarea intelectual o motora.
Cuando nuestra mente divaga, y la red neural por defecto
está activa, experimentamos una mezcla de recuerdos, planes de futuro,
pensamientos y experiencias personales, lo que se conoce como actividad
introspectiva o centrada en uno mismo (de ahí la palabra ensimismarse).
Pero en las personas con alzhéimer ocurre justo lo contrario, hay una
menor activación cuando el cerebro no está ocupado en nada en concreto y
sin embargo no disminuye su actividad cuando se implican en alguna
tarea, como ocurre en las personas sanas.
Se sabe por diversos estudios que estas regiones más activas del cerebro son más propensas a los depósitos de la proteína amiloide asociados
al deterioro cognitivo y la enfermedad de Alzheimer. De hecho el mal
funcionamiento de esta red permite predecir aquellas personas con
deterioro cognitivo que desarrollarán alzhéimer. Parece existir una
relación entre el depósito de la proteína amiloide y la incapacidad de
esta red para desactivarse durante las tareas. Y, en una especie de
círculo vicioso, la activación crónica en la red sería un factor que
predispone al depósito de la proteína amiloide que conduce al alzhéimer.
Más reactividad emocional
Según el estudio de la universidad de California, cuando esta red neuronal se deteriora se produce un aumento en la actividad de otra red encargada de procesar las emociones.
Una conclusión a la que han llegado después de medir en 237 personas
“el contagio emocional”, o tendencia a imitar las emociones de las
personas cercanas de forma inconsciente, una especie de empatía muy
básica que compartimos con muchas especies animales.
De los 237 participantes, 111 estaban sanos, 62 tenían
deterioro cognitivo leve y 64 padecían alzhéimer. Todos fueron sometidos
a resonancia magnética para medir el volumen de su cerebro. Los
resultados indican que las personas con deterioro cognitivo y enfermedad
de alzhéimer experimentan un contagio emocional mayor que los controles
sanos. Y este mayor contagio emocional se asoció a un menor volumen en
el hemisferio derecho de las estructuras del lóbulo temporal importantes
para la detección de las señales afectivas y la inhibición de la
emoción (giros temporales derecho inferior, medio y superior; polo
temporal derecho, hipocampo anterior, giro parahipocampico y el giro
temporal medio izquierdo), lo que da lugar a una sobreexpresión
emocional.
Estos síntomas emocionales, señalan los investigadores de
la universidad de California, se dan entre el 35 y 85% de los pacientes
con deterioro cognitivo leve y hasta un 75% de las personas con
enfermedad de Alzheimer, con la depresión y la ansiedad como los más
frecuentes. Además, pueden ser predictores del curso de la enfermedad:
“Las personas con deterioro cognitivo leve que expresan quejas
emocionales tienen mayor probabilidad de desarrollar demencia que
quienes no presentan tales síntomas. Hay estudios que sugieren que una
presentación clínica que incluye declive cognitivo y disregulación
emocional apuntan a una enfermedad de Alzheimer incipiente y que los
síntomas emocionales pueden presagiar o incluso agravar la progresión de
la enfermedad”, explican los investigadores en el artículo publicado en
PNAS.
Estrés sostenido
Según los investigadores liderados por Katherine P. Rankin,
del centro de Envejecimiento y Memoria de California, la degeneración
del hipocampo que tiene lugar en el deterioro cognitivo leve y la
enfermedad de alzhéimer provoca un mayor contagio emocional debido a que
tiene como resultado una inhibición menos eficiente de las emociones.
Aunque el hipocampo se asocia principalmente a procesos
cognitivos como la memoria y la orientación espacial, también está
implicado en la emoción. En especial la parte anterior del hipocampo
está conectado con el hipotálamo y la amígdala, dos estructuras muy
importante en la regulación emocional conectadas a su vez con los
sistemas endocrino y autónomo.
En el deterioro cognitivo y la enfermedad de Alzhéimer las
conexiones neuronales implicadas en regulación de la emoción están
potenciadas y serían responsables de la agitación, irritabilidad,
comportamiento motor errático, desinhibición y euforia.
Además, añaden, el estrés sostenido que experimentan estos
pacientes en determinados contextos sociales como consecuencia del mal
funcionamiento de la red neuronal de las emociones, puede exacerbar la
progresión de la enfermedad. Esto unido una menor eficacia para
desenvolverse en determinados contextos sociales y su menor autonomía
personal puede contribuir a una mayor reactividad emocional en
situaciones estresantes.
El menor volumen de hipocampo se ha asociado con reactividad emocional e hiperactividad de la amígdala en la enfermedad de Alzheimer, pero también en varios desordenes neuropsiquiátricos incluyendo el trastorno depresivo mayor, el trastorno bipolar y el trastorno por estrés postraumático,
entre otros, explican los investigadores. El hipocampo, densamente
poblado de receptores de glucocorticoides como el cortisol, la hormona
relacionada con el estrés, se cree que inhibe las respuestas emocionales
a estímulos estresantes a través del eje
hipotalámico-pituitario-suprarrenal, que se pone en marcha cuando el
estrés se hace crónico.
Información procedente de: http://www.abc.es
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